Alguna vez estuvo la tierra partida en pedazos. Los
crepúsculos, en ese entonces, escupían al cielo noctívagas llagas. Yo podía
oírlas lejos, quebradas y sin quimeras, como de a poco, al caer despedazaban el
suelo.
Hubo cadáveres sobre mi pupitre. Vi una maquina chocar,
difuntos y mas caídos. Observe aquel cuerpo sin vida oscilante sobre mi
cerebro. Su espíritu ya seco y sin recuerdos, huyó en un solo y acechante
alarido.
Mi corazón se abre hacia las alturas. -Mi sangre no hace
efecto en mi cuerpo- Las heridas son rectas, y están infectándose con el lineal
tiempo.
Resbala el frió reflejo, ajeno al tacto del flemático
mármol.
Las cruces deprimidas,
el casi nulo pasto,
las flores sin hálito,
los ángeles ajados,
la noche presente.
Se separa el cielo, arroja un ente, un lívido semblante privado
de gestos.
Y pronto otro cuerpo yace en el noble lecho.
Ahora es cuando pienso y siento que no lo voy a lograr...
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